El
sustrato originario simbólico que acabo de describir se mantuvo vivo y
estable durante un mínimo de 35.000 años. Una de sus más importantes
representantes fue la señora pájaro-serpiente, un solo arquetipo con dos
manifestaciones. El huevo fue su emblema principal, así como el agua,
el árbol, el toro y los cuernos. Ella fue la portadora del huevo, sobre
el cual se enroscaba como serpiente para r la energía vital en acción.
Durante
siglos fue la única figura del altar europeo, bajo la forma de una
jarra de agua de cuello largo y cara de pájaro, cuyo cuerpo lucía pechos
femeninos e insinuaba la existencia de un huevo en su interior.